El filósofo griego Epicteto, quien pasó gran parte de su vida como esclavo de la antigua Roma, aseguraba que “mucho de lo que nosotros somos, de aquello que sentimos y pensamos, está influenciado por aquellas persona que nos rodean”. De ahí entonces, la necesidad de escoger bien y de preocuparnos de mantener la compañía de gente que constituya un aporte y cuya presencia nos alegre, nos haga sentir bien y saque a relucir lo mejor de cada uno de nosotros.
Sin embargo, lo anterior se hace insuficiente, si de nuestra parte no hacemos, asimismo, algunos esfuerzos personales que nos permitan alcanzar la paz, la felicidad y la armonía que buscamos en la vida. Al respecto de lo anterior, el escritor británico Robert Louis Stevenson decía, con mucha razón, que no “había un deber que descuidamos tanto, como el deber de ser personas felices”.
En este sentido, los pasos que hay que dar con la finalidad de alcanzar la paz y la armonía pueden ser sintetizados en cuatro principios bien claros y definidos.
El primero de ellos, “nos exige hacer el máximo esfuerzo y ofrecer lo mejor que nosotros podamos a nuestro entorno cercano”, por cuanto, si siempre hacemos el mejor esfuerzo y ponemos todo nuestro empeño en lograr los objetivos que nos hemos propuesto, nunca sentiremos la necesidad de recriminarnos, ni tampoco de arrepentirnos de lo realizado o, lo que es peor, de responsabilizar a los demás por nuestros errores y fracasos.
El segundo principio “requiere que seamos coherentes y cuidadosos con nuestras palabras”, lo que significa que es preciso hablar en forma respetuosa, evitando el uso del discurso para dañar o hablar mal a espaldas de otros, de modo tal, de utilizar el poder de la palabra en favor de la verdad, el respeto y la transparencia. Esto es fácil de comprender, ya que, en un mundo donde prima la mentira, la falsedad y el engaño, decir la verdad y actuar correctamente resultan ser, hoy en día, actos casi revolucionarios.
El tercer principio “exige no partir de supuestos ni prejuicios a priori, ya que éstos pueden revelarse como totalmente falsos”. Por lo tanto, ello requiere no dar nada por hecho ni por sentado. Si la persona tiene una duda, lo correcto –y lo recomendable– es aclararla, por cuanto, ponerse a suponer o hipotetizar acerca de ciertos hechos, puede conducir fácilmente a imaginar cosas que no tienen fundamento alguno y que sólo terminan por envenenar nuestra propia alma, y eso no tiene sentido alguno.
El cuarto principio “requiere que aprendamos a no tomarnos nada a lo personal”. La razón de fondo para este aprendizaje es muy simple: en la medida que un tercero quiere lastimarnos, ese individuo lo que logra es lastimarse a sí mismo, y los problemas –y las consecuencias de su mal actuar– serán suyas y no nuestras, especialmente, si nosotros hemos cumplido y respetado a cabalidad con los primeros tres principios antes señalados.
Buda Gautama, un asceta, eremita, filósofo y sabio de origen nepalés, sobre cuyas enseñanzas se fundó el Budismo, decía que nosotros “estábamos en este mundo para convivir en armonía los unos con los otros, en función de lo cual, aquellas personas conscientes de esta realidad no luchaban entre sí”.
Por otra parte, Mahatma Gandhi, un reconocido pacifista, político, pensador y abogado hinduista, repetía incasablemente que “la felicidad se alcanza, cuando lo que uno piensa, lo que uno dice y lo que uno hace están en armonía”.
Ahora bien, al tenor del alto nivel de violencia y maldad que se vive en pleno siglo XXI, hay mucha gente que no quiere entender que este mundo nos pertenece a todos por igual, en función de lo cual, todas las personas deberían aceptar, de una buena vez, que se hace perentorio vivir en armonía, en paz y con respeto hacia el otro, donde ese “otro” no sólo hace alusión a la especie humana, sino que a las cientos de miles de especies que habitan este planeta, las que pisoteamos, maltratamos y destruimos sin ninguna consideración.
De ahí que se diga, entonces, que “aquél que vive en armonía consigo mismo, vive en paz y en armonía con el universo entero”, una frase que el emperador Marco Aurelio buscó poner en práctica al promover durante su gobierno –por primera vez en la historia del Imperio romano– medidas y leyes que “favorecieran a los esclavos, las viudas y los menores de edad”, algo completamente insólito y sorprendente, si tomamos en cuenta que estamos hablando del siglo II después de Cristo.
Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Conferencista, escritor e investigador (PUC)