Estos días en que la patria cobra un renovado protagonismo, me hago eco de las reflexiones sobre la importancia de recuperar la amistad cívica en Chile de la mano de un gran pensador de estos temas. En el marco de los 750 años de nacimiento, Tomás de Aquino partía siempre del planteamiento de una cuestión o de un hecho. Y en ese aspecto, es evidente que la vida humana necesita del amor para vivirse en plenitud y como camino a la felicidad, y que cuando falta esta semilla, sólo queda una siembra de indiferencia, odio o relaciones marcadas por la violencia o la competitividad. Suponiendo la armonía entre fe y razón, comparte algunas conclusiones humanas relevantes y actuales.
Amar a Dios, vivir su amistad, necesariamente lleva a ordenar nuestro amor, porque permite reconocer en cada persona a alguien digno de ser amado, a alguien con quien comparto un origen y naturaleza comunes y, a su vez, una meta común. Esto es la base para colaborar conjuntamente en la construcción de una convivencia sana, de una ciudadanía responsable y colaborativa, que promueva el encuentro y el diálogo para alcanzar las metas y el bien común de Chile.
Como apunta la Fratelli tutti, no es utopía apuntar a la amistad cívica que alimente la ciudadanía en nuestra patria, como tampoco la recuperación de una esperanza que anida en nuestra naturaleza y que debe animar nuestro esfuerzo por plasmar en la vida social lo que somos: hermanas en nuestra naturaleza y reflejo de Dios amor, y llamados, con su gracia y apoyo mutuo, a construir relaciones de encuentro real en todas las actividades humanas.
Por María Esther Gómez – Directora Nacional de Formación e Identidad – Universidad Santo Tomás