14 de Diciembre del 2025.- La gran mayoría de los niños desobedecen en algunas ocasiones a sus padres y realizan algunas acciones indebidas y de carácter negativo que indican un mal comportamiento, pudiendo representar una conducta excepcional.
Sin embargo, si este mal comportamiento es recurrente y constituye la regla o la habitualidad, esto significa que los padres de estos niños están colaborando –tal vez sin darse cuenta de ello– para que estas conductas inapropiadas se sigan repitiendo e, incluso, agravando.
¿Cuáles son, entonces, las acciones y conductas de los padres que pueden estar incentivando y /o animado a los hijos a comportarse mal? Revisemos algunas de ellas:
- Actitudes, conductas y acciones negativas por parte de los niños que terminan sin consecuencias: cuando un niño desobedece una orden de los padres, miente acerca de alguna situación o responde de mala manera y de forma agresiva a los padres, lo recomendable es fijar un castigo proporcional a la falta cometida. Lo anterior, de acuerdo con aquellos aspectos que más le duelan al menor, tales como: (a) prohibirle salir a jugar con sus amigos por un par de días, (b) no permitirle ver su programa favorito de televisión, (c) confiscar un video juego de su agrado por algún tiempo, (d) eliminar su mesada, etc. Sin embargo, si el niño tiene una rabieta o hace una pataleta y los padres –o uno de ellos– le permiten salir a jugar con sus amigos, lo autoriza para que vea televisión o le devuelve su juego de video para que termine con la pataleta, lo que están haciendo los padres es inculcarle al hijo(a) la creencia de que si tiene rabietas o hace pataletas, conseguirá todo lo que quiere.
- El incumplimiento de las promesas de un castigo: realizar amenazas en vano es uno de los errores más comunes que cometen los padres. Decir, por ejemplo, frases tales como: “No te compro más helados si mantienes esta actitud”, “No te llevaré a ver el partido de fútbol de tu equipo si…”, etc., y a continuación dejan pasar el mal comportamiento y se olvidan de las “promesas de castigo” hechas al menor, eso representa un grave error de los padres, un error que se complementa con el punto anterior, ya que el hijo se da cuenta rápidamente que no importa si mejora o no su conducta, especialmente, cuando los padres a su vez, no se preocupan de cumplir con sus propias promesas.
- Dar excusas sólo para justificar el mal comportamiento de los hijos: el dar excusas todo el tiempo a fin de “justificar” el mal comportamiento del hijo(a) resulta ser una de las acciones más contraproducentes que pueden hacer los padres, ya que señalar que el menor “está cansado”, “ahora tiene hambre”, o que “es todavía muy pequeño”, etc., para que no cumpla con lo solicitado, es darle una razón (o excusa) valedera para que el hijo(a) siga repitiendo el mal comportamiento. Es cierto que no se puede esperar que los menores se comporten de manera perfecta todo el tiempo, pero si los padres buscan justificar a sus hijos en cada ocasión, eso se puede transformar en un boomerang que viene de vuelta con grandes consecuencias negativas.
- Aprobar con una sonrisa o enternecerse por un mal comportamiento de un hijo: es posible que a los padres les parezca gracioso o adorable que su hijo se ponga a cantar su canción favorita en un restaurante, o bien, comience a comer el alimento servido con las manos y luego lamerse los dedos, una conducta que, por cierto, no será apreciada ni valorada por las personas que también están en el restaurante disfrutando de su propia comida. Si los padres no intervienen, el menor continuará haciendo lo que quiere, especialmente, si ninguno de ellos le hace notar al hijo cómo es que hay que comportarse en lugares con público presente.
- El uso de los gritos: el hecho de que los padres alcen la voz y comiencen a gritar en forma desaforada no significa que el menor los escuche, que cambie su conducta y que cumpla con aquello que se le pide. A lo más, el efecto producido en el hijo(a) será de corta duración y lo único que lograrán los padres es que se produzca una suerte de “adaptación” a este estilo de crianza, sin que se advierta un cambio o alguna mejora en la conducta del menor.
- El uso de las amenazas y el castigo corporal: de acuerdo con diversos estudios, el uso de amenazas o de castigos severos de tipo corporal, si el menor no hace lo que se le pide, puede provocar el efecto contrario. Según una de estas investigaciones, aquellos menores a quienes se les prometía un castigo severo si es que volvían a mentir, “eran más propensos a mentir”, a fin de evitar, justamente, el castigo anunciado. Asimismo, si un niño es a menudo objeto de castigos corporales, puede suceder que se vuelva más agresivo y poco comunicativo, siendo más probable, que en un acto de rebeldía aprenda a aguantar el dolor físico antes que a cambiar su comportamiento.
Los padres deben tener muy presente, que los niños son como verdaderas esponjas que absorben muy rápido todo lo que se les enseña, y si han aprendido de la mano de los padres aquello que se puede y lo que no se puede hacer, en el futuro no presentarán problemas de conducta o estos problemas serán muy menores, a diferencia de la gran dificultad que significa reeducar a un niño con problemas de conducta, una condición que se torna mucho más difícil de modificar.
Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl – Conferencista, escritor e investigador (PUC)













