15 de diciembre del 2024.- Además de desconcertarnos y de hacernos pensar cómo fue posible que pudiéramos poner nuestro afecto y confianza en ella.
En este sentido, cuando alguien cercano nos ha decepcionado, el nivel de frustración y el dolor que experimentamos ante este desengaño pueden ser muy intensos, lo que de alguna manera nos dificulta el saber cómo responder o cómo reaccionar ante una situación que no esperábamos jamás que pudiera acontecer.
A continuación se analizarán qué puede hacer o qué pasos dar para efectos de poder elaborar las emociones y sentimientos que nos sobrecogen y que se apoderan durante mucho tiempo de nuestra mente y alma:
- La primera recomendación que entregan los expertos es que hay que “aprender a aceptar la realidad tal como es”, por dura, dolorosa e inesperada que sea, por cuanto, la primera reacción que tiene la persona que se siente decepcionada, es ignorar o minimizar el episodio vivido como una forma de protegerse contra el dolor. Sin embargo, el hecho de aceptar lo que sucedió, representa el primer paso a fin de poder comenzar a sanar, ya que el intento fútil de evitar enfrentar la realidad lo único que genera es la prolongación del dolor, de la frustración, de la rabia y el malestar experimentado.
- La persona afectada debe darse el permiso para sentir: es natural, que quien ha tenido que pasar por un trance como éste, experimente tristeza, enojo y un gran vacío interno cuando alguien que es muy querido por nosotros rompe la confianza que ha sido depositada en ella. Estas emociones, por lo demás, pueden manifestarse también a nivel físico y mental, y la persona podría experimentar desconcierto, incredulidad, un nudo en la garganta, malestar estomacal e incluso dolor en el pecho tan sólo con recordar la despreciable conducta de quien nos ha traicionado. En este sentido, la persona no debe tratar de aparentar que esta traición no la ha afectado, sino que tiene todo el derecho a sentir y a expresarlo abiertamente.
- Es preciso hablar de lo que uno siente con personas cercanas a nosotros: conversar con alguien que nos escuche con atención resulta ser algo muy útil, ya que ello facilita el poder elaborar y procesar de mejor forma lo que se está viviendo. Por lo tanto, el acto de compartir esas emociones internas con amigos, familiares cercanos o con un terapeuta, permite el desahogo y el poder comenzar a mirar las cosas desde otro punto de vista y, por esta vía, aliviar el peso emocional que está cargando la persona sobre sus hombros.
- Realizar una reflexión acerca de lo que se puede aprender de esta experiencia. La razón para realizar esta reflexión es muy simple: en ocasiones, las decepciones nos pueden enseñar una serie de lecciones relevantes en relación con el objetivo de crecer y estar mejor preparados en el futuro para no caer, nuevamente, en la tentación de entregarle nuestra confianza a individuos que están muy lejos de merecer dicha confianza.
- Recalibrar las expectativas personales: después que se ha experimentado una decepción, es el momento de preguntarse a uno mismo, si las expectativas que uno tenía puestas en la persona que nos ha decepcionado fueron poco realistas, de modo tal, de poder ajustarlas para efectos de manejar de mejor manera futuras situaciones de similar tenor. Sin embargo, si las expectativas que se tenían con respecto a una determinada persona eran razonables y no se tenían dudas o reservas acerca de ella, entonces lo que sucedió es que esa persona, simplemente, actuó de una manera miserable y despreciable.
Digamos, finalmente, que si bien no resulta fácil gestionar de buena manera los sentimientos y emociones que se experimentan ante un desengaño de esta naturaleza, todo indica que si logramos poner en práctica las sugerencias y recomendaciones que entregan los especialistas y expertos en esta materia, los resultados finales serán positivos, y la persona estará en condiciones de retomar, nuevamente, el curso de su vida, entendiendo que quienes actúan de una manera tan vil y despreciable, lo único que logran, es que su karma los persiga, ya sea en esta vida o en la otra, y tengan que pagar –con recargo– el daño causado, por cuanto, cada acción que se realiza en esta vida trae aparejada una reacción y una serie de consecuencias, especialmente, cuando los actos realizados tienen un carácter dañino, negativo o despreciable.
Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl – Conferencista, escritor e investigador (PUC)