Si bien esta emoción es vista, en ocasiones, como algo “negativo”, en realidad todos los estudios han demostrado que “el orgullo es la base de la autoestima y de la superación personal”.
En este sentido, aún cuando el orgullo y el narcisismo tienen un origen común, existe una gran diferencia entre ambas, por cuanto, el orgullo, en primer lugar, permite a los individuos “valorar las conductas propias y las ajenas que llevaron a la persona a conseguir una meta”. En segundo lugar, “ayuda a un individuo a conocer sus capacidades y saber que puede hacer una serie de cosas con la finalidad de superarse”, estando en condiciones de pedir ayuda a terceros, sin que por ello se sienta menoscabado.
En el narcicismo, en cambio, el sujeto siente que logró el éxito porque, simplemente, es el mejor y que nadie lo puede superar y, a continuación, desprecia y deja en segundo plano cualquier ayuda o apoyo que haya recibido por parte de terceros.
Un investigador que se ha dedicado a estudiar esta emoción llamada orgullo, es el Dr. Jon Katzenbach, quien, en el ámbito del trabajo y de las organizaciones considera al orgullo como “un activo estratégico”, un activo que debe ser cuidado y cultivado por quienes lideran las empresas, ya que un colaborador que está “orgulloso de su trabajo y de su empresa, es una persona más sana, entusiasta, creativa, leal y productiva que aquellos empleados que no experimentan orgullo ni por su trabajo ni por su empresa”.
Ahora bien, cuando una persona gana un premio gracias a su trabajo y a su esfuerzo, o bien, logra una determinada meta que anhelaba, el individuo experimenta de manera natural un fuerte sentimiento de aprecio hacia sí mismo y hacia quienes lo han ayudado a conseguirlo. Esto es lo que los expertos califican y describen como “un sano orgullo”.
Por otra parte, cuando alguien es calificado por terceros como “orgulloso”, la asociación inmediata que surge, es que se trata de un sujeto arrogante, engreído y que tiene un ego excesivo, en función de lo cual, aquí se entra en otro ámbito de las emociones y estaríamos frente a un sujeto que podría calificarse de ególatra o de egocéntrico, es decir, alguien que comienza a encaminarse en dirección al narcisismo, ya que el sujeto tiene un concepto muy elevado –y, seguramente, irreal– de sí mismo, necesita ser constantemente admirado, considera que las otras personas son inferiores a él (o ella) y que no están a su altura, en función de lo cual, no siente empatía alguna por los demás.
De ahí que surjan frases tales como: “Mientras sigas sembrando orgullo, seguirás cosechando pérdidas”, “El orgullo es el único veneno que te puede intoxicar, si no te lo tragas a tiempo” o bien, “Todos los cementerios están repletos de personas que se consideraban imprescindibles y únicas”.
La Dra. Jessica Tracy y el Dr. Richard Robins de la Universidad de California, llevaron a cabo una serie de investigaciones al respecto del orgullo, con la finalidad de analizar cómo se manifiesta el orgullo en las personas y el efecto que éste tiene en la vida de los seres humanos. De acuerdo con estos investigadores:
- El orgullo corresponde a la valoración y aprecio que un sujeto siente por sí mismo y es un mecanismo mediante el cual, una persona constata cuál es su estatus social.
- Una persona que no sintiera esta emoción no podría percatarse, por ejemplo, de que sus acciones están haciendo que pierda importancia o su lugar en el grupo, pasando a un segundo plano.
- El orgullo no sólo ayudaría a la persona a preservar su lugar en la sociedad, sino que es vital en relación a plantearse ciertas metas de superación personal.
- El orgullo es una de las bases de la autoestima: permite reconocer los propios méritos, sin desconocer el apoyo que ha recibido por parte de los demás.
- El estudio demostró que existe lo que se denomina “expresión universal del orgullo”.
Este último punto significa que el orgullo trasciende la cultura y la sociedad donde nace y crece un sujeto y es interpretado por otros individuos de manera igual en todas partes. Esto se demostró a través de enseñar imágenes de personas al momento de recibir un reconocimiento o un premio a distintos sujetos experimentales, tanto de Estados Unidos como así también de Europa, África y Latinoamérica, obteniendo los mismos resultados: todos los sujetos identificaron el orgullo de manera correcta, en función de lo cual, los investigadores determinaron “que el orgullo cumpliría una función vital en la vida de las personas: lograr que un individuo mantenga o mejore su estatus en la sociedad”.
Un segundo estudio realizado por la Dra. June Tangney revela que esta emoción tiene dos facetas: una de ellas es productiva y saludable, en tanto que la otra está más vinculada al narcisismo. La primera faceta se caracteriza por el hecho de que la persona experimenta una sensación intensa de satisfacción con uno mismo por el logro de un objetivo, satisfacción que va seguida del reconocimiento a la ayuda que otros le dieron. En este sentido, el “sano orgullo se fundamenta en la conciencia de la persona, la cual, basa su logro en su esfuerzo, actitud y perseverancia”, a diferencia del narcisista, quien considera que el hecho de haber logrado el objetivo es porque es el mejor de todos.
Digamos, finalmente, que las personas saludablemente orgullosas saben adaptarse a los distintos escenarios que les toca vivir, están en condiciones de resistir y superar las derrotas que sufren, se esfuerzan por superar los obstáculos que enfrentan, saben trabajar en equipo y son capaces de reconocer los logros ajenos.
Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl – Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)