Recientemente un amigo de gran cultura me dijo que al ver algunos hechos de violencia que a menudo traen los noticieros pensaba que no todas las personas eran verdaderamente humanos, su planteamiento me dejo reflexionando al respecto y me di cuenta que tenía muchos fundamentos. Si nos situamos al tiempo del origen del hombre, de acuerdo a la teoría de la evolución, tenemos un origen único en el australopitecus africano, sin embargo nuestro antepasado humano directo, el Homo erectus, convivió hace casi dos millones de años al menos con dos especies más del género Homo, según han revelado varios fósiles hallados recientemente en Kenia. El hallazgo ha arrojado además luz sobre una especie enigmática que existió en los albores del género Homo: el Homo rudolfensis, cuyos primeros restos fueron encontrados hace 40 años. Por su parte se sabe que los hombres de Neandertal y los hombres de Cromagnon, una de las modalidades del Homo Sapiens Sapiens u hombre anatómicamente moderno, convivieron durante unos 10.000 años, hace 30.000 años, lo que significa que eran dos especies genéticamente distintas y no una la evolución de la otra, todo esto es una gran encrucijada que con cada nuevo hallazgo pone en aprietos a la teoría de la evolución, además el ser humano actual genéticamente presenta muchas diferencias entre sí, distintas razas, tamaños, colores de piel, tipos sanguíneos, etc.., lo que dificulta aceptar la idea de un origen en común.
En este momento conviene hacerse la siguiente pregunta, que caracteriza a los seres humanos de otros seres vivos y como estas características forman parte de la información genética contenida en cada persona, quizás una respuesta rápida sea que poseen una inteligencia superior a otras especies y que cuentan con sentimientos, y que en el caso de los animales su comportamiento sea más bien de carácter instintivo, y no veamos en ellos emociones o sentimientos como la compasión, solidaridad, o el amor, y este es el punto al que se refería mi amigo con su reflexión, hoy en día es fácil también observar algunas personas carentes de estas características, personas crueles, sin empatía, enfocadas solamente en su propio bienestar, como si su comportamiento fuese también algo solamente instintivo o mejor dicho deshumanizado, y aquí viene la gran pregunta ¿habrá algún componente genético que influya sobre este tipo de personas?.
Esta pregunta en parte la responde Deam Hamer que en sus investigaciones ha localizado «un gen de Dios», es decir, una secuencia de nuestro material genético (concretamente el gen VMAT2) que predispone a las personas a la espiritualidad. Este gen codifica una hormona monoamina, que produciría en función de su abundancia experiencias de autotrascendencia y misticismo, revelando una relación directa entre el desarrollo de la conciencia y la espiritualidad. Por su parte este gen proviene de una herencia genética que no está presente de igual forma en todas las personas y en algunas simplemente no está,
Quizás esto tampoco sea tan nuevo, hace ya muchos años que Wilson, el padre de la sociobiología, dijo que manifestaciones humanas como la religión, la ética, la guerra, la cooperación, la actividad empresarial, el rencor o la conformidad, eran manifestaciones biológicas.
Por su parte MacLean sugirió una idea similar que desarrolló en su libro “El cerebro triúnico” (1990). Para MacLean nuestro cráneo no aloja un cerebro sino tres, que operan como tres ordenadores biológicos interconectados, cada uno con su propia inteligencia, su propia subjetividad, su propio sentido del tiempo y su propia memoria. Los tres cerebros son el complejo reptiliano, el sistema límbico y la neocorteza (el cerebro mamífero), donde el reptiliano sería la base de las acciones instintivas; la agresividad, territorialidad y violencia, el sistema límbico la base de la regulación emocional, alegrías, tristezas, compasión, frustración, etc., mientras que la neocorteza estaría a cargo de los procesos más racionales, las resolución de problemas y la intelectualidad. Si ahora volvemos a nuestra reflexión e hipótesis, todo pareciera indicar que en virtud de esta teoría los denominados inhumanos tendrían más activo el complejo reptiliano, que los otros dos cerebros y que esto puede ser también parte de una herencia genética, y no solo o simplemente el resultado de su formación o entorno.
El problema es que estas especulaciones, nos dejan ver que el origen de las desigualdades, de la injusticia y de la violencia, tiene raíces muy profundas que aún no logramos comprender plenamente, y que estamos lejos de poder erradicarlas, sino que por el contrario parecen aumentar de la misma forma en que aumenta el conocimiento, la tecnología, la inventiva y el poder en la especie humana.
Por último si consideramos que aún hay mucho por descubrir en este campo de la ciencia, quizás por ahí esté la respuesta a estas interrogantes y efectivamente existan dos tipos de personas los “verdaderamente humanos” y los “inhumanos”.
Fredy H. Wömpner G. – Economista y Escritor – Dir. Instituto Humanismo Cristiano