El mes de Julio de cada año es prolífero en fechas a recordar, como ejemplo tenemos el 4 de Julio que conmemora la Independencia de los Estados Unidos y la entrada en vigor de su Constitución que fue redactada por siete personas, no 155 y contiene sólo 9 artículos y 25 enmiendas en casi 300 años de existencia. Sigue el 14 de Julio, aniversario de la Toma de La Bastilla y fecha en que se abolió la Monarquía en Francia y en nuestro terruño, tenemos el 9 de Julio, Día de La Bandera y que conmemora el sacrificio de 77 chilenos en el pueblito de La Concepción, en plena sierra peruana, donde ese puñado de soldados fueron masacrados por inmensas hordas de indios serranos y una división del ejército peruano.
Los 77 chilenos, al mando del Capitán Ignacio Carrera Pinto, nieto del prócer máximo de nuestra historia, General Don José Miguel Carrera, resistieron fieramente los días 9 y 10 de Julio al interior de una pequeña capilla y al ser intimados a rendirse, gritaron a voz en cuello: “Los chilenos no se rinden mierda”. El último sobreviviente fue el Subteniente Luis Cruz Martínez, oriundo de Curicó que con sólo 15 años de edad, salió a descubierta, con su pistola en la mano derecha y el gallardete de mando de su unidad en la mano izquierda y enfrentó a pecho descubierto a los miles de atacantes peruanos y de allí saltó a la Gloria. Es en recuerdo de esos 77 héroes que cada año en todas las unidades militares del país, los soldados juran ante la bandera “rendir su vida por la Patria si fuese necesario”.
Pero nos referiremos a una gesta casi desconocida para la mayoría de los chilenos y que revela el compromiso de los soldados con su Patria.
El gobierno chileno encabezado por el Presidente de la República Emiliano Figueroa, aceptó una invitación que le formulara el gobierno argentino, para que una delegación de cadetes militares chilenos, viajaran a Buenos Aires y desfilaran ante la ciudadanía con motivo del aniversario de la vecina república el 9 de Julio y rindiera homenaje al centenario del héroe argentino Bartolomé Mitre. Se hicieron los aprestos para el viaje y la Escuela Militar compuesta por 2 Compañías y varios Oficiales se embarcaron en el Tren Transandino, al mando de la delegación viajaba el Director de la Escuela Coronel don José María Barceló.
El viaje se desarrollaba en completa normalidad y los cadetes recibían a su paso los saludos de los habitantes argentinos que ubicaban sus viviendas a orillas de los rieles del tren. El convoy se detuvo en Mendoza donde prepararon sus equipos y comieron abundantemente gracias a la hospitalidad de los civiles argentinos. Al amanecer reanudaron su marcha hacia Buenos Aires, pero en la madrugada del 7 de Julio de 1927 en la localidad argentina de El Alpatacal, el convoy chileno fue embestido de frente por otro tren que transitaba por la misma vía y en sentido contrario.
Aún no amanecía y en la oscuridad sólo se escuchaban los gemidos de los heridos y los equipos de los cadetes se encontraban esparcidos a grandes distancias de los convoyes. Los rescatistas trataron de auxiliar al Coronel Barceló, Jefe de la Delegación Chilena, pero se negó a ser auxiliado exigiendo que primero se socorriese a sus cadetes.
El accidente dejó un saldo de 12 cadetes militares chilenos fallecidos y 31 heridos de gravedad. Informadas las autoridades chilenas de tal catástrofe ordenaron que los sobrevivientes continuaran su viaje a Buenos Aires y que desfilara todo aquél que pudiese mantenerse en pie.
Los cadetes chilenos llegaron el 9 de Julio de 1927 a la ciudad de Buenos Aires y luciendo sus heridas y sus sucios y raídos uniformes, desfilaron ante las autoridades sin armas, ya que estas se habían perdido o destrozados en el accidente.
La ciudadanía observaba silenciosa el paso de los cadetes chilenos y les rendían homenaje haciendo flamear pañuelos blancos y lloraban sin ningún pudor.
Al día siguientes el Diario Clarín de Buenos Aires escribió: “Bajo una lluvia de flores, el heroico resto de la falange de soldados enviados por Chile, desfiló esta tarde por nuestras calles. El pueblo argentino los hizo objeto de una manifestación jamás vista en Buenos Aires. Se les aplaudía y vitoreaba sin cesar.”
En la actualidad el patio principal de la Escuela Militar en la ciudad de Santiago, tiene un monolito con los nombres de los fallecidos en El Alpatacal y recuerda que las órdenes se cumplen, cueste lo que cueste.
José Manuel Godoy Leiva.