Cuando se habla de “discapacidad”, los conceptos y asociaciones mentales que afloran inmediatamente a nuestra mente son más bien de carácter negativo: entorno poco amigable, abandono, discriminación, injusticia, aislamiento, pobreza, rechazo. Lo reprochable de todas estas conductas y actitudes es que cientos de millones de personas en todo el mundo se ven directamente afectadas en su dignidad y calidad esencial de seres humanos.
De acuerdo con los resultados de la última Encuesta Nacional de Discapacidad y Dependencia (ENDIDE 2022) realizada por el Centro de Microdatos de la Universidad de Chile que fueron publicados en febrero de 2023, éstos muestran que en nuestro país existe un total de 2.703.893 personas con discapacidad –correspondiente a personas adultas de 18 años o más–, una cifra que se desglosa de la siguiente manera: 957.058 personas que presentan discapacidad leve o moderada y 1.746.835 personas con discapacidad severa. Al respecto de estas cifras tan abultadas de seres humanos con discapacidad me viene a la memoria una frase que encierra un gran simbolismo: “Iguales, pero…diferentes”, es decir, al mismo tiempo que TODOS somos seres humanos y pertenecemos a la misma especie, somos también seres individuales y diferentes, de ahí que cuando se habla de discapacidad se hable, asimismo, de “personas con capacidades diferentes”.
La intención subyacente del autor de esta columna, es poner sobre el tapete de la discusión un tema que atañe directamente a la toda sociedad, sin distinción de sexo, clase social o nivel socioeconómico, por cuanto, en algún momento de nuestras vidas, ya sea más tarde o más temprano, todos nosotros pasaremos –lo queramos aceptar o no– a formar parte de la categoría de “discapacitados”: ya sea por causa de un accidente fortuito, por causa de una grave enfermedad o, simplemente, por llegar a una edad avanzada que entorpece el normal desenvolvimiento de las personas.
En este sentido, pertenecer al grupo humano de la “Tercera Edad” no resulta fácil ni simple para nadie, así como tampoco lo es el hecho de que la persona esté expuesta a sufrir algún tipo de impedimento –de tipo físico, visceral o cognitivo– que restrinja su posibilidad de insertarse con todos sus derechos y deberes en la sociedad a la cual pertenece.
¿Cuál es, entonces, nuestra obligación? Muy simple: sentar las bases para promover el surgimiento de verdaderos constructores de equidad, armonía y justicia. A la sociedad, al país y al mundo en que vivimos actualmente le hacen mucha falta estos simples principios y valores sociales. Ya no hay espacio alguno para la neutralidad.
Hoy podemos asegurar lo siguiente: una parte importante de la gente discapacitada de todo el mundo –salvo algunas pocas excepciones– se ha visto limitada por “el triple lastre de la pobreza, la exclusión y la discriminación”.
La razón para destacar lo anterior cae por su propio peso: no se puede ser “neutral” frente a la discriminación, no puede haber “neutralidad” frente a la odiosidad extemporánea ni frente a la desigualdad social. No hacer nada para poner fin a estas conductas y actitudes reprochables es, de hecho, reafirmarlas y pasar a formar parte de las mismas. Y eso, no es ser, precisamente, neutral. Por otra parte, se requieren políticas de Estado y no sólo “parches” y políticas de gobierno según sea el color, los intereses y la ideología del gobierno de turno, ya que parece ser una tradición con carácter nacional, que lo que construye el gobierno de turno, lo desarticula y lo destruye el siguiente.
Aquí no sirven las aplanadoras ni las retroexcavadoras, sino que un sentido de la decencia, de la unidad, del bien actuar y del bien común. En este contexto, sólo puede ser de utilidad la construcción de un propósito y objetivo común: velar de manera comprometida por los derechos y el bienestar de los millones de personas que claman por ser escuchadas, y que dichas personas puedan ver cumplidos sus anhelados sueños de igualdad, justicia y felicidad. Diferentes, pero… iguales.
Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl – Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)