Tenemos que reconocer que todos los nacidos entre los años 1950 y 1970 somos una generación realmente afortunada. Hemos sido testigos de primera mano de algo que nuestros padres no podrían ni siquiera imaginar. Fuimos testigos de grandes cambios tecnológicos que dieron lugar a esta vida moderna.
Ahora, a nuestra edad observamos con asombro como la casa que compraron nuestros padres tiene un valor 20 o 30 veces superior al precio de compra. Somos la última generación que aprendimos a jugar en la calle, a tomar agua de la manguera de alguna vecina que estuviera regando su jardín y una caída con pelada de rodillas era algo sin importancia, pero la pichanga de fútbol con pelota de trapo o en el mejor de los casos, de goma, no se podía interrumpir.
Además, somos la generación que jugó con video juegos, como el pac- man y los Ataris. Fuimos también la última generación que escuchó los radio teatros y novelas de terror que escuchaban los mayores, como la Tercera Oreja, el Doctor Mortis, Lo que Susurra el Viento y otros escalofriantes programas. También nos tocaron días de campo con nuestras familias donde la comida se servía sobre un mantel en el pasto.
Orgullosamente tenemos que reconocer que fuimos los últimos en escuchar los discos de acetato, esos pequeños de 45 revoluciones por minuto y los grandes, llamados Long Play, de 33 revoluciones por minuto. Empezamos por primera vez a grabar nuestra propia música en cassetes y pudimos ver también por primera vez las películas en video versión Beta y después VHS, también somos los pioneros del Walkman y los CDs.
Tuvimos la suerte de ver la época dorada de la televisión, las primeras caricaturas a color, soportamos series como Bonanza, Los Intocables, teleseries como Muchacha Italiana viene a casarse, Nino, El Gran Chaparral, Perdidos en el Espacio. Afortunadamente no tuvimos que soportar los matinales de los canales en donde sólo se preocupan del raiting sin reparar cómo conseguirlo. Entre más llore una persona o más insolente sea el entrevistador, mejor el programa. La hora de dormir era obligatoriamente antes de las noticias en nuestra generación gracias a Dios.
Nuestra generación tuvo que aprender de golpe lo que era el terrorismo y presenciamos en directo en nuestras casas, como se desplomaban las Torres Gemelas. Vimos la Caída del Muro de Berlín y las celebraciones en todo el mundo.
Tuvimos que aprender a usar las computadoras, el fax y otros aparatos que nuestros padres y abuelos miraban con recelo y algunas veces, con lejanía. Nosotros nunca vimos a nuestros mayores como retardados o analfabetos ante su ignorancia en el manejo de aquellos adminículos, ya que el respeto primaba por, sobre todo.
Tuvimos la suerte y el privilegio de crecer escuchando a The Beatles, Los Rollings Stones, Los Credence, Led Zeppelin, Soda Stereo , Gy T, etc. Fuimos la última generación de las botellas de leche de 1 litro con tapas rojas y azules, la Coca Cola de vidrio y la Orange Cruch con la botella llena de rollos.
Andábamos en bicicleta, patines y no usábamos casco, ni protectores para los codos y rodillas. No tuvimos Play Station, ni celulares, ni Internet, los televisores no tenían 999 canales, pero lo pasábamos de lo lindo jugando a Las Naciones, Las Bolitas y a Las Escondidas.
Imposible no recordar los viajes en tren. Tenían una magia especial. En verano era toda una aventura abrir la ventana en pleno viaje y sentir el viento en la cara. Junto con el viento, no pocas veces entraban restos de carboncillo y terminábamos con los orificios nasales negros.
Tuvimos libertad, fracasos, éxito y responsabilidades y aprendimos a crecer con todo ello. No necesitábamos las etiquetas, las marcas, celulares, ropa y zapatos de caros. Éramos por sobre todo…libres y auténticos. –
En aquella época se forjaron amistades que aún perduran y más de alguno, en aquella época conoció a la mujer o al varón con quién forjaron familia.
José Manuel Godoy Leiva – Abogado