No cabe duda alguna –y los datos así lo demuestran– que el estrés y sus consecuencias están cada vez más presentes en las empresas y en la vida diaria de las personas. Por lo tanto, reconocer esta situación, abordar el problema a tiempo y darle el tratamiento que corresponde se hace cada día más urgente, por cuanto, no sólo repercute gravemente en la salud mental y física de las personas y, por ende, en su calidad de vida, sino que también tiene gran incidencia en la productividad y en el rendimiento de los colaboradores.
Por otra parte –tal como lo vemos diariamente en las noticias– el nivel de agresividad y violencia que se advierte en las calles, en los colegios, en los hospitales, en las empresas, así como también en quienes conducen a la hora de los tacos en vías y carreteras atestadas de vehículos, son solo algunos de los numerosos síntomas que grafican de manera clara los malos índices de salud mental que existen hoy en la sociedad.
Las consultas psicológicas y psiquiátricas se han disparado, al punto que de los países que integran el “Club de la OCDE”, nuestra nación estaría ocupando uno de los últimos lugares del listado en cuanto a: salud mental, la cantidad de profesionales disponibles para responder a las consultas psicológicas, así como también la infraestructura hospitalaria necesaria para atender a tanta gente con problemas y trastornos por estrés.
Pareciera ser, entonces, que hoy no hay tiempo para nada y que las vivencias de estrés se han convertido en un fenómeno omnipresente en la vida de las personas, lo que incide de manera directa en la calidad de vida. Pero… ¿qué tiene que ver esto con la productividad y el rendimiento de los trabajadores? Pues bien, todos los estudios demuestran que el estrés tiene graves consecuencias en la productividad, así como también en el ambiente laboral. No por nada, la adecuada “gestión del estrés laboral” se ha erigido, hoy por hoy, como una de las competencias esenciales y básicas del liderazgo efectivo.
No obstante lo anterior, estamos frente a un tema que raras veces se conversa abiertamente en el lugar de trabajo, ya que “hablar de estrés” en las empresas se considera un “signo de debilidad” y de no ser capaces de afrontar las tareas y el quehacer diario de buena manera. En función de lo anterior, la pregunta que debemos hacernos es la siguiente: ¿cómo deberá el líder lidiar con el estrés propio, así como también con el estrés de sus colaboradores?
Antes de pasar a responder esta crucial pregunta, es preciso dejar consignado cuáles son algunas de las “claves del estrés” que hay que tomar muy en cuenta para poder enfrentarlo y combatirlo de manera exitosa. Lo primero, es saber que el estrés es una reacción tanto física, como también psíquica, emocional y conductual, reacción que se manifiesta cuando se produce un desequilibrio entre las exigencias del entorno que rodean al sujeto y su capacidad de respuesta y resistencia individual. Dicho de manera más sencilla: los trastornos de adaptación por estrés se presentan cuando se nos pide más de lo que somos capaces de dar.
Y… ¿cuáles son aquellas exigencias que nos causan estrés? Pues bien, éstas pueden ser de diversa naturaleza. Revisemos, entonces, algunas de ellas:
- Exigencias a nivel individual: una sobrecarga de tareas y funciones puede producir estrés, así como también el hecho de estar a cargo de un grupo de personas, el trabajar en un lugar físicamente incómodo, con mucho ruido, o estar en un ambiente con malos olores, donde hay hacinamiento, espacios con mala iluminación, con suciedad o desorden; que exista ambigüedad de roles, es decir, no tener claro cuáles son las funciones que debe desempeñar la persona.
- Exigencias a nivel grupal: la existencia de conflictos no resueltos al interior del grupo de trabajo, la falta de confianza o de cohesión grupal, el ejercicio de un liderazgo deficiente por parte de la jefatura, etc., pueden elevar los niveles de estrés.
- Exigencias a nivel organizacional: el hecho de tener un mal clima laboral puede generar un alto nivel de estrés en la gente, al igual que la existencia de estilos de dirección negativos, la implementación de cambios organizacionales y/o la introducción de nuevas tecnologías sin la debida capacitación del personal.
- Exigencias a nivel extra organizacional: el tener problemas de tipo familiar puede convertirse en un grave factor de estrés, ya que puede causar lo que hoy se denomina como “trastornos psicosociales por doble presencia”, es decir, la necesidad que tienen los trabajadores –especialmente las mujeres– de responder en forma simultánea a las demandas impuestas por el trabajo, así como también a las demandas del trabajo doméstico-familiar. Si a lo anterior le sumamos problemas de tipo económico causado por acumulación de deudas, o el tener una mala calidad de vida en el hogar, entonces el panorama se torna tremendamente complicado y estresante para el trabajador.
El estrés trae consigo muchas consecuencias negativas para la persona, tanto en la vida privada del individuo como así también en el trabajo: insatisfacción, disminución del rendimiento y ausentismo laboral, irritabilidad y mal humor, ansiedad, angustia, depresión, ideación suicida, abuso de alcohol y drogas, etc. A lo anterior, es preciso sumar la falta de concentración y pérdida de memoria, la comisión de errores en la toma de decisiones. En tanto que a nivel organizacional puede provocar un incremento en la rotación del personal y un aumento notable de los accidentes laborales.
El estrés también afecta directamente la salud física de las personas pudiendo causar hipertensión arterial, un aumento del nivel de colesterol en el organismo, así como accidentes cardiovasculares, tal como los infartos cardíacos. Todo esto se reflejará en importantes costos para la empresa: la productividad disminuye considerablemente, con menor producción en cantidad y calidad, en tanto que el hecho de estar más irritables e iracundos conduce a la generación de conflictos interpersonales que, a su vez, pueden causar estrés a otras personas.
¿Qué hacer, entonces? Pues bien, recordemos que una de las competencias críticas asociadas al ejercicio del liderazgo positivo es el control y el manejo del estrés. Lo anterior implica que el directivo tiene la responsabilidad de detectar a tiempo no sólo las señales de agotamiento en sus colaboradores, sino que también sus propios síntomas.
Si el directivo observa que sus colaboradores están al límite de sus capacidades, debe investigar las posibles causas abriendo espacios de confianza para hablar del tema. Asimismo, resulta fundamental tener un entorno adecuado de trabajo y una cultura de respeto hacia la dignidad de las personas. También resulta crucial el hecho de definir con claridad cuáles son las funciones de cada puesto con la finalidad de saber qué le corresponde hacer a cada trabajador y cuál es su nivel de responsabilidad, por cuanto, la gestión del estrés está estrechamente vinculada con la gestión del tiempo, de manera tal, de detectar cuáles son las tareas prioritarias y urgentes, y cuáles las rutinarias, con la finalidad de poder concentrarse, justamente, en las primeras.
Digamos, finalmente, que resulta relevante que los directivos fomenten en sus empresas un equilibrio en la relación trabajo-familia, creando espacios para la recreación y el deporte, así como también poder contar con una red de apoyo social cuando la persona lo necesite.
Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl – Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)