11 de junio del 2025.- La narrativa de justicia social ha dejado tras de sí imágenes imborrables de violencia, saqueos y destrucción —y una clase política que, entonces, no solo observó, sino que alentó el caos.
Resulta imposible olvidar las palabras de la diputada Catalina Pérez, hoy eclipsada por el escándalo del caso Fundaciones, escribiendo: “¿Cómo quieren que no lo quememos todo?”. Tampoco se puede pasar por alto el actuar del hoy presidente Gabriel Boric, entonces diputado, increpando a militares que buscaban contener el desborde. Las escenas de Iglesias ardiendo, pymes destruidas y estaciones del Metro reducidas a cenizas fueron, en muchos casos, justificadas o relativizadas por los mismos líderes que hoy buscan respetabilidad institucional.
El entonces diputado Gonzalo Winter y otros representantes del Frente Amplio rindieron homenajes a la llamada “Primera Línea” —una fuerza informal de choque— incluso dentro del Congreso. Se avaló la tesis del “centro de tortura” en Baquedano, ampliamente desmentida, y se impulsaron indultos a delincuentes condenados por delitos cometidos durante esa etapa.
Lo que hoy parece un intento desesperado de lavarse las manos fue, ayer, la base de una estrategia política que les permitió capitalizar el descontento. El Frente Amplio construyó su ascenso desde las cenizas de un país herido, y ahora pretende desligarse del incendio que ayudó a alimentar.
La historia reciente no se borra con comunicados. Chile aún vive las secuelas de ese octubre, y la responsabilidad política —aunque incomode— tiene memoria.
Héctor Zuñiga G. – Vicepresidente de Evopoli Región de los Lagos