24 de abril del 2025.- Pero ese aprendizaje no empieza en la escuela: comienza mucho antes, en casa, desde los primeros gestos, juegos, palabras y cuentos compartidos.
La lectura no es solo una técnica: es una forma de vincularnos, imaginar y comprender el mundo. Por eso, antes de su aprendizaje explícito, necesitamos crear entornos letrados, donde leer sea parte del día a día, se disfrute y se comparta. Cuando las familias leen juntas, se fortalecen los vínculos y se rompe el ciclo intergeneracional de baja alfabetización (Unesco, 2017). Cada adulto que redescubre la lectura junto a un niño o una niña, potencia no solo su desarrollo, sino el de toda la comunidad.
La neurociencia ha confirmado este poder temprano de la lectura. Como explica Stanislas Dehaene (2019), neurocientífico francés, aprender a leer transforma literalmente el cerebro: activa nuevas conexiones entre las áreas visuales y del lenguaje. Además, especializa una zona ubicada en la corteza fusiforme, que se vuelve experta en reconocer letras y palabras. Pero para que esto ocurra, primero es necesario que la niña o el niño tome conciencia de los sonidos del lenguaje: los fonemas. La conciencia fonológica, que es la capacidad de identificar y manipular sonidos en las palabras, es uno de los mejores predictores del éxito lector. Y esa conciencia se forma, sobre todo, jugando.
Cantar, recitar rimas, descomponer palabras en sílabas, bailar al ritmo de una canción, inventar trabalenguas o adivinanzas; todo esto es una fantástica manera de prepararse para aprender a leer.
Con este tipo de juegos, estamos afinando el oído fonológico de los más pequeños. Y también les ayudamos a descubrir que el lenguaje tiene estructura, ritmo, cadencia y reglas.
La escuela puede enseñar a leer. Pero el deseo, la musicalidad, el vínculo y el gusto por la lectura se cultivan en familia. Leer cuentos, mirar imágenes, preguntar qué pasará después, imitar voces o crear historias con dibujos son formas de hacer de la lectura un momento compartido, emocionante y significativo. Como bien dice la Guía para familias sobre lectura en la primera infancia (Unicef, 2021), no se trata solo de libros, sino de todo lo que conecta palabra, gesto y afecto.
Evelyn Cordero. Doctora en Neurociencia y académica de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales de la Universidad Andrés Bello.