17 de Noviembre del 2024. Es relevante dejar muy en claro, que aun cuando todos los padres emocionalmente sanos pueden equivocarse, eso no los hace ser padres “tóxicos” o malos padres. Sin embargo, y habiendo hecho esta aclaración, lo cierto es que existen papás y mamás, cuyas “conductas desviadas y equivocadas son intencionales” y, lo que es aún peor: son reiteradas y repetitivas, condición que los hace ser extremadamente tóxicos en su forma de criar y de comportarse con sus hijos.
El psicólogo mexicano José Luis Canales señala en su libro “Padres tóxicos: legado disfuncional de una infancia” que cuando son dos las personas que crían, el daño lo generan ambos padres, en tanto que si uno de los miembros de la pareja es tóxica, el otro es un abusador(a) pasivo(a).
Al respecto, es preciso destacar, que es fácil reconocer el legado de una infancia de carácter tóxico, especialmente, porque para una persona resulta ser algo muy difícil el poder elaborar y superar ese tipo de vivencias. Todos los padres dejan “semillas de crianza” o “semillas emocionales” en sus hijos. En algunas familias estas semillas son de amor, respeto, responsabilidad, independencia, en tanto que en otras son de miedo, temor, culpa y auto castigo. La pregunta que surge de lo anterior es: ¿cuáles son las características de los padres abusivos? Revisemos algunas de ellas:
- Padres violentos y abusivos: los padres que son violentos con sus hijos o que abusan sexualmente de ellos, son los que lastiman en forma más profunda. Sin embargo, no hace falta que uno de los padres abuse físicamente de un hijo(a) para efectos de provocar un daño difícil de sanar, ya que las agresiones verbales y emocionales pueden ser, asimismo, muy nocivas. Éstas van desde descalificar al hijo(a), diciéndole, por ejemplo: “¡No sirves para nada!”, hasta el acto de insultarlo con frases y palabras que hieren su autoestima, como llamarlo “idiota” o decirle que se “arrepiente de haberlo tenido”, o que lo quiso “abortar”. Los abusos psicológicos pueden ser más devastadores que el hecho de haber recibido algunos golpes, ya que el menor asimila las humillaciones y descalificaciones que recibe de sus padres como algo de lo cual él es el causante.
- Padres manipuladores que usan la culpa: la fórmula detrás de esta conducta es la generación de culpa en el hijo(a), es decir, el adulto tuerce la verdad para manipular y utiliza la trivialización y la negación, haciéndose la víctima frente al menor, a fin de chantajearlo emocionalmente y conseguir lo que quiere del hijo(a). No asume la responsabilidad de su conducta, llegando a culpar a sus hijos de la disfunción familiar. Esta característica se da con mayor frecuencia en las madres tóxicas, especialmente, en el caso de hijas que viven con sus madres. La mamá, por ejemplo, no quiere que la hija mantenga una relación de pareja para que no se vaya de la casa, a raíz de lo cual, torpedea la relación con comentarios y observaciones negativas sobre la pareja de la hija con la intención de separarla de su pareja, lo que hace que la hija viva la relación con culpa. Lo que esperan estos padres, es que los hijos dejen todo para atenderlos a ellos, sin que importe mucho la edad o los compromisos que los hijos tengan: los papás están primeros.
- Padres constantemente enojados: son duros y agresivos con los hijos y pueden repetir esta actitud de enojo y agresividad con otras personas. También pueden ser pasivos-agresivos, es decir, usan la “persuasión silenciosa” empleando comentarios burlones en voz baja. Suelen despreciar y mostrar indiferencia ante los logros de los hijos. Nada de lo que hagan resulta ser suficientemente bueno, y encuentran fallas en todo, criticando cada detalle. Incluso más: si no encuentran errores, remueven el pasado para encontrar aspectos negativos de los hijos.
- Padres egocéntricos, autocentrados y con capacidad limitada para la empatía: priorizan siempre sus propias necesidades y no tienen en cuenta los sentimientos y necesidades de otros. Asimismo, no muestran ninguna consideración por cómo su comportamiento afecta a los demás. Son muy irrespetuosos, siendo incapaces de tratar a las personas con un nivel mínimo de amabilidad y cortesía, pero en cambio exigen que los hijos tengan un trato respetuoso y deferente con ellos.
- Padres negligentes: algunos padres tóxicos modernos tienden a ser muy permisivos con su hijos y tienen temor a imponer reglas y límites claros, a raíz de lo cual, terminan por descuidar las necesidades físicas, emocionales, sociales y académicas de los hijos: dejan que coman lo que quieren, permiten que no asistan al colegio, que no hagan las tareas asignadas por los profesores, que falten el respeto a los demás y a los propios padres. Esta actitud negligente le da a los niños un poder de tipo casi dictatorial sobre los adultos, poder que no pueden manejar de manera sana y adecuada. Los padres terminan por convertirse en rehenes de los berrinches de los hijos, criando a una generación de tiranos que no respetan autoridad alguna, con baja capacidad de frustración, escasa empatía e incapacidad de aceptar y/o comprender las necesidades de los demás.
- Padres emocionalmente reactivos y controladores: tienen dificultad para controlar sus emociones y tienden a exagerar cualquier situación, dramatizando las cosas. Son impredecibles en su forma de actuar, lo que genera inseguridad y resentimiento en los hijos, al mismo tiempo que limitan su capacidad para confiar en otras personas. Tratan de controlarlo todo, buscando imponer el qué hacer, cuándo hacerlo y cómo hacerlo, con la finalidad de tener “la sartén por el mango”. Es el caso de padres que empujan a sus hijos a estudiar ciertas carreras o que sigan ciertas tradiciones familiares que a los hijos desagradan. La culpa y el dinero son dos formas habituales en que ejercen poder y control sobre los demás.
Los hijos de padres tóxicos tienden a relacionar el amor con sufrimiento, a caer en relaciones interpersonales de dependencia afectiva, a vivir con culpa y, lo más peligroso, a correr el riesgo de replicar las conductas destructivas que vivieron durante su niñez.
Si bien, no se es culpable de lo experimentado durante la niñez, sí es necesario que la persona tome conciencia y se haga responsable de lo que ocurra en la adultez, a fin de romper con los patrones perjudiciales que le tocó vivir, y lograr por esta vía, ser capaz de formar una familia funcional y de criar hijos sanos y felices.
Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl – Académico, escritor e investigador (PUC)