En un estudio de la Universidad de Cincinnati, EE.UU., publicado en la revista Evolution and Human Behavior, se consigna que las personas atractivas se enferman menos y tienen una vida más larga que aquellas que no son tan atractivas, presentando las siguientes ventajas: menor riesgo de desarrollar asma, diabetes, hipertensión y tinnitus, entre otros trastornos de salud.
Como ejemplo, se da el caso de los hombres guapos, quienes tendrían un 13% menos de riesgo de tener colesterol alto, 20% menos de desarrollar hipertensión y 15% de ser afectados por una depresión. En tanto que para el caso de las mujeres atractivas, ellas tienen una menor probabilidad de padecer asma o diabetes, lo que en cifras se traduce en lo siguiente: 21% menor posibilidad de presentar hipertensión, 22% menor posibilidad de desarrollar diabetes, 17% menos de depresión y 12% menos de asma.
Por otra parte, de acuerdo con las investigaciones de diversos genetistas, el responsable de controlar el desarrollo del rostro de un ser humano es un solo gen. En este sentido, mientras más simétrica y armónica sea la cara de una persona, ello significa que el ADN de dicho gen funcionó muy bien, y que el grado de atractivo de la persona sería un indicador de “tener buenos genes”, lo cual se reflejaría en el hecho de tener buena salud, existiendo, asimismo, la posibilidad de tener descendencia sana.
Y es, justamente, esa simetría –como una señal de un excelente trabajo genético– aquello que los seres humanos interpretan como “belleza”, la cual, por ciento, mantiene siempre una pequeña cuota de subjetividad.
Ahora bien, las personas bellas no sólo son más agradables a la vista desde el punto de vista estético –con todas las ventajas y ganancias que ello implica en nuestra actual sociedad–, sino que, de acuerdo con diversas investigaciones, también resultan ser: (a) más sanas, (b) tienen un mayor grado de resistencia a las enfermedades que rondan en el ambiente, (c) tienen hijos más fuertes y (d) viven –en promedio– más años que el resto de la población que no goza de “mucha belleza”.
De acuerdo con un estudio realizado por la National Science Foundation, una agencia gubernamental de los Estados Unidos, sobre los rostros de reinas de belleza, así como de cientos de actores y actrices famosos, se determinó que estos rostros tienen una serie de puntos que son muy coincidentes en ambos lados de la cara, tanto izquierdo como derecho, lo cual, lleva, justamente a lograr la necesaria simetría que crea la belleza estética.
En una de las investigaciones se comparó el grado de simetría que presentaba la muestra constituida por los actores, actrices y reinas de belleza con la simetría detectada en otra muestra conformada por personas comunes de la calle, constatándose de manera clara que el primer grupo de personas presentaba un mayor grado de simetría facial que el segundo grupo.
En otro estudio, los investigadores quisieron averiguar la cantidad de tiempo que un grupo de niños pequeños de diez meses se quedaba observando diversos rostros femeninos, comprobándose que estos menores se detenían más tiempo en aquellos rostros que eran más simétricos. De lo anterior, se desprende que la tendencia humana a preferir y optar por la simetría tendría una cierta cuota instintiva.
El origen de la simetría, así como la construcción de un rostro está determinado por un mismo genoma, en función de lo cual, las diferencias que se producen entre ambos lados del rostro aparecen por varias razones, una de las cuales ha sido denominada “ruido”, es decir, el desarrollo gradual del programa genético de ese rostro no fue muy preciso en el seguimiento de las instrucciones del gen.
El segundo factor se relaciona con los pequeños accidentes que se producen durante el proceso de gestación en el vientre materno, accidentes que pueden modificar, por ejemplo, la circulación sanguínea, desde el instante que el feto se acomoda de una cierta manera, aplastando una zona de su cara o que de algún modo se golpee.
Un tercer factor disruptor del proceso de desarrollo genético lo representa el hecho que la futura madre consuma algunas sustancias que produzcan problemas de irrigación. Un claro ejemplo de este último factor es el síndrome alcohólico fetal o la ingesta de drogas, lo cual, en general, tiene severos efectos negativos sobre el feto: problemas en el rostro, posible aparición de labio leporino, ojos pequeños y rasgados, retardo mental, menor crecimiento antes y después de nacer, mala coordinación psicomotriz, retraso en los hitos de desarrollo, entre otras consecuencias.
Digamos finalmente, que las personas atractivas son más positivas sobre su estado de salud que aquellas que no se consideran atractivas, a raíz de lo cual, tienen un menor número de diagnósticos de enfermedades crónicas, así como de tratamientos psicológicos o de otras enfermedades, en general.
Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl – Conferencista, escritor e investigador (PUC)