El concepto fue acuñado por el Dr. Conrad Hal Waddington para referirse al “estudio de las interacciones entre los genes y el ambiente que se producen en los organismos”.
Se ha detectado por ejemplo, que la ingesta de cebolla, ajo, betarraga, repollo y otros vegetales, permite adherir a los genes un elemento conocido como el grupo metilo, elemento químico que impide la expresión de aquél gen que podría dar origen, por ejemplo, a un tumor. Diversos tipos de tumores, tales como el de próstata, del estómago, del colon, de la tiroides, de la mama, y otros, dependen directamente de los niveles de metilación que muestren los genes de la persona, lo cual, nos trae a la memoria que menos del 10% de los diversos tipos de cánceres que existen, son heredados.
De ahí también, que los múltiples elementos químicos presentes en el medio ambiente, tales como los metales pesados –mercurio, plomo, cesio, manganeso, arsénico, etc.– y el más abundante humo del tabaco, se transforman automáticamente en parte relevante de la “dieta” diaria de los seres vivos, entre ellos el ser humano, elementos que pueden conducir a graves enfermedades y trastornos.
El producto de todo lo anterior redunda en un acontecimiento clave: el grado o la medida con que “los genes se metilan (o apagan) y se acetilan (o florecen)” respectivamente, determinará que algunos genes se activen y otros se silencien. Otra noticia asociada a la anterior, es saber que estos mecanismos, que hasta hace poco tiempo atrás se pensaba que quedaban fijos en la etapa fetal y sin posibilidad de reversar el proceso, sí son factibles de ser modificados por intermedio de las influencias medioambientales, las que estarían capacitadas para cambiar el código epigenético de una determinada persona.
En definitiva: aquello que el sujeto come y bebe, su actitud y estado de ánimo prevalente, así como el entorno en el cual está inserto y vive, terminan por influir tanto en su salud, como en la salud de sus hijos y descendientes. Uno de los científicos más reconocidos en torno a estos descubrimientos es el Dr. Randy Jirtle, de la Universidad de Duke, Estados Unidos, quien, a través de sus estudios en ratones transgénicos, determinó en forma certera, que las moléculas de ADN presentan una gran cualidad plástica, moldeable y modificable. De modo tal, que resulta recomendable vislumbrar desde ya, que el conocido dicho: “Lo lleva en sus genes”, será una frase que tendrá que quedar en el pasado.
En función de todo lo anterior, es factible aseverar que la mente humana tiene el poder para la auto-curación, por cuanto –y dado el hecho de que somos víctimas de nuestras creencias–, si el sujeto piensa de una determinada forma, entonces se irá por un lado más positivo, en tanto que si piensa de manera opuesta, enfilará por otro lado más negativo. Es así, por ejemplo, que si a un determinado sujeto se le pide cerrar sus ojos y luego de unos momentos se le pide abrirlos nuevamente y encuentra ante sí la figura de una persona amada y muy querida, el cerebro de este sujeto automáticamente comenzará a segregar dopamina, oxitocina, serotonina, etc. Estas hormonas y neurotransmisores son elementos químicos naturales que entregan bienestar y salud a las células humanas.
Si este mismo sujeto abre ahora los ojos y ve ante sí algo que le infunde miedo y temor, automáticamente, su cerebro comenzará a segregar hormonas del estrés: adrenalina, noradrenalina, cortisol, etc., y es por todos conocidos, que el cortisol, por ejemplo, modifica el funcionamiento físico y mental de los seres humanos, frenando su crecimiento, debilitando y apagando el sistema inmunológico del sujeto, abriendo así las compuertas para que cualquier enfermedad haga acto de presencia.
Todos sabemos, asimismo, que cuando estamos estresados, terminamos por enfermarnos. Si de algo sirven las estadísticas, tengamos presente el siguiente dato: el 80% de la gente que visita un médico, es debido al estrés que lo consume, lo cual, le provoca una enfermedad acorde con su propia naturaleza. Para qué decir, que el cáncer funciona bajo el mismo principio: todos nosotros llevamos en nuestro interior cientos de miles de células cancerígenas circulando en nuestro organismo, las cuales, mientras funcione nuestro sistema inmunológico, no tienen chance alguna de convertirse en un cáncer, pero muy distinto es el caso, cuando nuestro sistema inmune está apagado, deprimido o deja de funcionar.
Finalmente, quisiera destacar otro aspecto que muchas personas –especialmente los padres– desconocen, a saber, que muchos estudios demuestran que aquellas enfermedades que desarrollamos de adultos –como el cáncer por ejemplo–, están relacionadas con la programación mental y el entorno que nos correspondió vivir durante los primeros seis años de nuestra vida. Esto significa que los niños absorben –y de alguna manera también “aprenden”– las enfermedades o actitudes negativas de los padres, situación, que de alguna manera, ayudaría a programar el cerebro de estos menores.
La parte positiva de esta experiencia, es que si el sujeto se preocupa de cambiar en su subconsciente los “programas erróneos”, entonces existe una gran probabilidad de que esta persona pueda reconstruir y rehacer su vida. La explicación para esto es muy simple, aun cuando no fácil: el 95% de los –buenos o malos– hábitos que se tienen de adulto, vienen dados desde la niñez, por lo tanto, el sujeto que desea cambiar los viejos malos hábitos, se ve obligado a tener que modificar su propio subconsciente. Una tarea que por cierto no es fácil, pero que, en definitiva, tampoco es imposible.
Si los padres desean ayudar y apoyar a sus hijos, entonces deben aprender a deshacerse de los miedos infundados y deben procurar no inculcar creencias limitadoras en el subconsciente de sus hijos.
He aquí el gran desafío que tenemos todos nosotros por delante, si es que queremos que nuestra mente y nuestros pensamientos nos ayuden a curar y a cuidar a nuestro cuerpo.
Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl – Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)